Bruselas prepara lo que ha llamado “escudo contra la desinformación”. Se trata de una caja de herramientas que incluirá una red europea de verificadores en todos los idiomas de los 27 Estados miembros, que se sumará a las unidades de comunicación y digitales estratégicas que ya existen —como EUvsDisinfo, una plataforma especializada lanzada tras la invasión rusa de la península ucrania de Crimea y su anexión ilegal en 2014— y que se quedan cortas.
Bruselas ultima un “escudo” contra los bulos y las noticias falsas pero la mayoría de las herramientas se centran en detectar a los actores internos que quieren desestabilizar a Europa
Bruselas prepara lo que ha llamado “escudo contra la desinformación”. Se trata de una caja de herramientas que incluirá una red europea de verificadores en todos los idiomas de los 27 Estados miembros, que se sumará a las unidades de comunicación y digitales estratégicas que ya existen —como EUvsDisinfo, una plataforma especializada lanzada tras la invasión rusa de la península ucrania de Crimea y su anexión ilegal en 2014— y que se quedan cortas.
Porque la guerra híbrida avanza en Europa. Y una de sus armas son los bulos y la manipulación. La Unión Europea afronta un nivel de desinformación “sin precedentes”, advierte una alta fuente europea. Con dos picos de aumento, la pandemia de covid-19, en 2020, y la guerra a gran escala de Rusia contra Ucrania que el Kremlin lanzó en febrero de 2022. A la desinformación sembrada por actores políticos internos e interesados en la manipulación se añade más que nunca la sembrada, amplificada y ejecutada por actores externos, sobre todo Rusia y China. La desinformación —empleada como arma híbrida o no— no es nueva, pero el avance de las plataformas digitales multiplica su expansión y su impacto social.
El objetivo es polarizar a la sociedad y desestabilizar. Informes confidenciales sobre episodios de desinformación elaborados por varias instituciones de la UE a los que ha tenido acceso EL PAÍS advierten de un aumento de la desinformación sobre asuntos relacionados con la crisis climática, por ejemplo. El negacionismo y las conspiraciones son, con los elementos políticos, uno de los elementos más polarizadores del discurso, y eso lo aprovechan tanto actores internos como externos, advierten varias fuentes europeas.
También las noticias falsas, bulos o informaciones que amplifican elementos extremadamente sesgados sobre Ucrania y sobre su membresía de la OTAN y adhesión a la UE han aumentado en español, dicen los informes. Además, se han incrementado los relacionados con Moldavia y con el referéndum que celebró para incluir en la Constitución la vía hacia la Unión, en el que el voto europeísta tuvo una victoria por la mínima tras una campaña en la que se detectó no solo una marea enorme de desinformación —gran parte vinculada a Rusia, según informes europeos— sino incluso de compra de votos.
Esas noticias en español, advierten los informes consultados por este diario, no solo se mueven en redes sociales y distintos canales para España o para los Estados miembros de la UE, sino también hacia América Latina, donde tanto China como Rusia invierten grandes recursos para captar el discurso informativo y potenciar ciertas narrativas o inflamar temas de su interés. Además, mueven miles de bulos.
“Nuestro sistema democrático y sus instituciones están bajo ataque”, lanzó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en julio, al anunciar el nuevo proyecto del escudo contra la desinformación, que se inspirará en las agencias nacionales de Francia, Viginum, y Suecia, con su Agencia de Defensa Psicológica.
Viginum, creada hace tres años como centro de vigilancia cibernética, detectó en octubre de 2023, tras los atentados de Hamás en Israel, una campaña rusa para impulsar el antisemitismo difundiendo y magnificando en internet la aparición de estrellas de David pintadas en un barrio de París tras las que las autoridades ven también el vínculo ruso.
La agencia sueca —creada en 2022 con unas 60 personas en plantilla y que coordina los distintos organismos gubernamentales que trabajan sobre desinformación— ha detectado frecuentes campañas rusas. Como la que magnificó la quema de coranes en ese país. El organismo nórdico busca y combate todo tipo de bulos que van contra los “intereses suecos”.
“Hay cada vez más conciencia de problema de la desinformación y del efecto social que produce, pero hacen falta no solo herramientas de ciberdefensa, sino también garantizar de alguna manera un marco de información veraz y fiable”, dice una fuente europea que trabaja en asuntos de desinformación y que, como todo su equipo, no puede dar su nombre, tal y como marca el protocolo. Unidades europeas especializadas como la suya pretenden combatir la injerencia extranjera en forma de desinformación o manipulación de la información para crear caos y desestabilizar. Se mira fundamentalmente comportamiento, no la narrativa. No todo es desinformación con un patrón de desestabilización. Y hay mecanismos legales para combatirla, como las sanciones.
Pero mientras que en países como España ha calado en ciertos sectores que la desinformación interna es un problema y gran parte de la ciudadanía no piensa de primeras en la externa, en otros Estados miembros es al contrario. Alrededor de un tercio de los europeos afirman que han estado expuestos “muy a menudo” a desinformación, según un Eurobarómetro de diciembre de 2023. La proporción es más alta en Grecia, Hungría, Bulgaria, España, Polonia y Rumania. Los ciudadanos mencionan sobre todo las redes sociales. En el caso de España, el número dos es la televisión.
La UE se centra, sobre todo, en la ejecutada por actores externos. También para combatir la desinformación interna hay herramientas, aunque son la mayoría patrimonio y ámbito de aplicación de las capitales. Está la ley de europea de libertad de medios —en la que se ha basado el presidente del Gobierno Pedro Sánchez para lo que llamó “ley antibulos”—, que incluye salvaguardas para garantizar la independencia de los medios y evitar que se usen con “fines políticos” y establecer por ejemplo, una serie de requisitos de transparencia sobre la propiedad de los medios —para que no quede oculto quién está detrás— y sobre la publicidad estatal, para fijar el “riesgo de subvención encubierta y de influencia política indebida”.
La UE ha sacado adelante, además, dos leyes sobre plataformas digitales para forzarlas a retirar contenido nocivo, relacionado con terrorismo o dañino para la seguridad nacional y que trata de que no se pueda monetizar el contenido de desinformación. También pone el foco en las cuentas falsas, bots o falsificaciones maliciosas que difunden desinformación.
No obstante, Bruselas no avanza tanto en regular en este sentido —no es tan fácil por las plataformas digitales, pero también por el límite entre opinión, información y libertad de expresión— sino en establecer comités de expertos y programas para que sea el público, los usuarios, quienes detecten y marquen contenido falso o engañoso.
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